Desde Cañete-Lima-Perú

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"...Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo de nievek. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre en todos los segundos, en todas las visiones: ojalá que no pueda tocarte ni en canciones...". Silvio Rodríguez.

martes, 1 de agosto de 2006

Mi lugar y el tuyo

Si estuviese en tu lugar, me inclinaría por la seguridad de lo conocido, porque resulta más fácil transcurrir los días con la seguridad de no enfrentarme a situaciones inciertas.

Si estuviese en tu lugar, no intentaría corregir rumbos, porque mi barca navegaría por mares desconocidos donde los puertos no se vislumbran. Por otra parte, las serenas aguas pueden de pronto convertirse en rugientes oleadas movidas por furiosos vientos.

Si estuviese en tu lugar, me abstendría de pensar siquiera en emprender una aventura. Implicaría un desafío que quizás no estés dispuesto a enfrentar. Tienes ahora la seguridad de ser oído, que no es lo mismo que ser escuchado y, menos aún, comprendido.

Si estuviese en tu lugar, disfrutaría la comodidad de la compañía que tienes, porque fuiste elegido, no importa el modo. Elección no tuya, sino emergente de una situación incierta.

Pero no estoy en tu lugar. No me conformo con dejar que el tiempo transcurra ni con que alguien caliente las sábanas tan sólo por no sentirlas frías. Tampoco despertarme y recordar un rostro que llevo dentro mío y que no es el de quien comparte mi lecho, mientras finjo con una sonrisa que todo es perfecto.

Me fascina dormir abrazada y no preguntarme al despertar qué estoy haciendo en esa situación ni cómo llegué a ella. Me gusta que el agua del diario baño caiga sobre mi cabeza, mientras a quien yo he elegido me frote la espalda, para luego hacer lo propio.

Me encanta compartir tardes mirando por una ventana, suspirando cuando el día muere dando paso a la noche. Con la sensación de que no necesito nada más, porque he sido ampliamente bendecida con todo. Me gusta jugar con las miradas, y dejar escapar mis dedos de pianista acariciando suavemente y con una cierta picardía cuando alcanzo un jarrito con café.

Compartir una charla, desgranar proyectos en voz alta, aquellos que todavía no pasan de la categoría de ideas, porque me gusta escuchar opiniones acerca de las posibilidades ciertas de concreción.

Me interesa oír los problemas que aquejan a mi pareja, porque quizás, tan sólo quizás, pueda brindar alguna solución o, por lo menos, intentarlo. Lo que es seguro, es que al mismo tiempo que se desgrana el relato, los problemas no parecen tener la magnitud que tenían en la soledad de nuestras mentes.

No me agrada que se decidan cosas por mí. Quiero ser partícipe, y tener la posibilidad de elegir a mi compañero de ruta. Elegir y ser elegida, así de simple y complicado a la vez. No tengo el patrimonio de la certeza ni soy dueña de la verdad. Me equivoco las más de las veces. Pero mi vida es la suma de aciertos y errores, y en base a todo lo vivido voy aprendiendo.

Soy dual, lo reconozco. Quiero la certeza y me lanzo a la aventura. Pero hay algo que me distingue: No quiero dejar en el camino asignaturas pendientes. No más. No cuando estoy viviendo (y disfrutando finalmente) mi vida en su último tramo.

No sé cuánto hilo queda en el carretel, pero le daré un uso intensivo. Por eso, desde tu lugar, desde mi lugar, te pido que me ayudes a dar las puntadas para encuadernar este libro de la vida, que es un libro más entre tantos otros, pero que es mío y te lo ofrezco, para escribirlo entre los dos.

Anónimo