Desde Cañete-Lima-Perú

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"...Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo de nievek. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre en todos los segundos, en todas las visiones: ojalá que no pueda tocarte ni en canciones...". Silvio Rodríguez.

jueves, 30 de marzo de 2006

Divorcio


Un tema que a nadie sorprende, ni asombra ni interesa... Pasa todos los días, sucede en todas las familias y se acepta con naturalidad en todas partes.

El divorcio está resquebrajando la familia, que es el cimiento de la sociedad. Está lesionando a los hijos, que son la esperanza del porvenir. Y está afectando la convivencia, que es la armonía entre los seres humanos.

Hay casos en que la separación se justifica, y viene a ser un mal necesario. Pero a veces hay mucha ligereza. A veces la herida no es tan grande como para tomar una determinación tan drástica. No son tan insalvables los motivos, no es tan imposible el perdón, no son tan inútiles los encuentros ¡y no son tan cerrados los cerrojos!.

No se mide el peso de lo que se va a hacer. No se plantean bien los argumentos. Y no se busca solución.

El divorcio llega porque el matrimonio empieza a vivir en mundos distintos, a mirar en posiciones opuestas y a volar por donde no pueden encontrarse.

El divorcio llega por esa distancia traicionera y pequeñita que se va infiltrando sin que se den cuenta.

Llega por ese cansancio cobarde y sutil que no se percibe de momento, y por ese mutismo tan escurridizo, que parece inofensivo. Porque el amor se afloja tan suavemente, que cuando vienen a darse cuenta, ya están en el abismo.

El divorcio es la distancia. Ella solita es capaz de cerrar los canales que nutren el amor y secar las ilusiones y la ternura que nos sostienen la vida.

Nos ahoga esa compañía, nos asfixia ese ambiente y empieza a caer la relación sentimental y tierna que antes se tenía. Sólo se piensa en zafar el nudo y aflojar la cuerda en que quisimos enredarnos.

Yo sé que la presencia constante deteriora, los deberes diarios cansan, el agobio afloja, la tensión deprime, la rutina amarga, el diario machacar hastía y la vida se hace a paso forzado, a cielo encapotado, a mudez por dentro, ¡a sombra de soledad y de lagrimas!.

Yo sé mujer, que se enfría la relación personal, la confianza plena, la comunicación sincera. Y vas recolectando rencores, heriditas, animosidades, resentimientos en “la caja del silencio”, hasta salir un día hechos despojos, hechos odio, hechos divorcio.

A veces el amor interroga y uno no sabe, no encuentra qué contestar. Le parece mentira que ésa fuera la persona escogida para estar con ella toda la vida.

Y entonces mujer sólo piensas en alejarte, en huir, en vez de conversar a fondo, de encontrarse en el amor, de dar un vuelco a sus vidas.

Empiezan las justificaciones. Y si nada tienes que reprochar, te basta con decir que no están “hechos el uno para el otro”.

Nadie está totalmente hecho para nadie. Uno, cuando ama, “se va haciendo”, se va estirando por un lado y achicando por el otro, se rectificando y acomodando, se va resaltando lo bueno y transformando lo malo, se va tomando la medida al compañero y ajustando las piezas, se va timoneando con habilidad, se va dando la vuelta, se va dando forma.

No te cases para empezar a pedirle a la vida todo lo que sueñas, ni para que todos tus deseos se realicen, ni para sentir que va a llegarte una dicha completa en bandeja de plata. Tienes que espiar la felicidad y ver por qué rendija se te está yendo. Tienes que poner tú todo lo que falta.

Esa niebla, esa confusión, ese vacío, esos anhelos, no se curan cortando, sino volviendo a sembrar y luego cuidar, abonar y perfumar.

El divorcio no se plantea desde el otro: porque ha cambiado, porque es egoísta, porque no comparte... Se plantea desde uno mismo: hasta dónde soy yo capaz de amar, hasta dónde soy yo capaz de suplir, hasta dónde soy yo capaz de hacernos retoñar, ¡hasta dónde soy yo capaz de decir todo lo que al amor necesita oír!.

Porque el cansancio rumiado en el silencio lleva a la desesperación, lleva a lo insoportable ¡y acaba en divorcio!.

El matrimonio es un sentimiento muy complejo: de esposos, de enamorados, de confidentes, de compañeros y de amigos.

Recuerda que la pasión se impone, pero el amor nace y se cultiva. Que el marido es un soporte, pero no un hacedor de todo. Que al amor es un deslumbramiento, pero lleno de realidades; es un mundo nuevo, pero con su poco de vacío y su mucho de adaptación.

Porque, amigas, todas sabemos que la mujer es la “dueña del amor”. Que el hogar lo forma y lo conduce la mujer. Que le reconoce sus recovecos, sus puntos débiles, sus secretos, sus apetencias y sus emociones. Sabe que al amor hay que abrirle ventanas para que entre el sol, darle aire para respirar, un espacio para moverse, ¡y una sonrisa para alumbrarse!.

La mujer es experta en manejarlo. Sabe cómo envolverlo con el arte de su femineidad y atraerlo. Sabe cómo usar su instinto amoroso, y doblegarlo. Sabe arroparlo con su calor de ternura, ¡y que se rinda!.

Para los hijos el divorcio es un desconcierto, una interrogación, una amargura que sale del corazón, una tristeza que destila llanto y soledad.

El hijo queda trunco, con amores de fin de semana, de días festivos, de ratitos entrecortados. Queda con una vida en desnivel, con una adaptación por un lado y por otro, con papá exigiendo y mamá contradiciendo. Algo se desgaja, se le entristece, se le troncha.

No resiste la situación, no puede remediarla, ¡y se rebela!. Es presa fácil de cualquier camino fácil. Empieza a dudar de alguno de los dos, del amor de ambos y del lugar que ocupa en sus vidas. Empieza a actuar como juez implacable, exigente y duro...porque así son muchas veces los hijos.

Crecen en una enorme inseguridad y con un fondo lastimado para siempre.

Porque los hijos no necesitan padres de visita y de fin de semana. El nudo se trenza en el percance diario, en la noche de fiebre, en la lección que no entiende, en la misa a la que asiste, en el beso de las buenas noches y en la faena de cada amanecer.

Porque el hijo es un fruto de sol diario, es un trayecto de horas corridas y es un nudo de apretada convivencia.

Mujer:
Tú tienes la luz de Dios.
Tú eres la maestra de la casa.
Tú tienes la misión más importante.
Tú lo enlazas todo y lo compendias todo.
El hombre es mas pasional, pero tú eres más amorosa.
El hombre es más fuerte de músculo, pero tú eres más templada de alma.
El hombre es más rotundo, pero tú eres más embrujadora.

Mujer:
Tú eres la reina del amor.
Tú eres el imán que todo lo consigue.
Tú eres la dueña de las mejores armas.
Gástate y desgástate en el hogar, si quieres tener el alma llena.

De nada te serviría ser una profesional exitosa, una ejecutiva triunfadora y una mujer destacada, sino logras ser mejor señora de tu casa, mejor compañera de tu marido ¡y mejor madre de tus hijos!.


Zenaida Bacardí de Argamasilla.


...sabias palabras.



5 comentarios:

Enigmática dijo...

Cuando todo se ha terminado o agotado en la pareja los mejor es saber separase civilizadamente.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

SABER QUE DESTRAS DE TI HAY UN HOMBRE CON DULCES SENTIMIENTOS DE POETA , A VER LEIDO CADA UNA DE ESTAS LINEAS ME SENTI DENTRO SE UNA NUBE DE AMOR ..... MIS FELICITACIONES SEÑOR POETA , LOS ESCRIBE MUY BIEN.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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